Título original: Caché
Año: 2005
Duración: 117 min.
País: Francia
Director: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Fotografía: Christian Berger
Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou,
Annie Girardot, Lester Makedonsky, Bernard Le Coq, Walid Afkir, Daniel Duval,
Aïssa Maïga
Productora: Coproducción Francia-Austria-Alemania-Italia;
Les Films du Losange / Wega Film / Bavaria Film / BIM Distribuzione
La culpabilidad del hombre
Nos encontramos en la Francia de principios del nuevo siglo
con una familia de clase media-alta acomodada en una sociedad de clases como es
la Francia actual. Michael Haneke, Austriaco de nacimiento, vuelve hacer un
ejercicio de crítica social en base a la culpabilidad y el no arrepentimiento
en un país como Francia, donde el cine sigue jugando un papel importante a la
hora de hacer autocrítica. En los roles protagonistas nos encontramos a dos
actores de peso como son Daniel Auteuil, quien lleva toda la carga emocional y
es el vehículo conductor de la historia, y Juliette Binoche, en su segunda colaboración con el director tras Código Desconocido (Code inconnu: Récit incomplet de divers voyages, 2000), que realiza un
papel muy creíble aunque el personaje no esté tan bien aprovechado.
La historia nos sitúa en Francia, donde George, presentador
de un programa literario de televisión, recibe vídeos de su casa y otros
lugares íntimos de su infancia de un misterioso remitente. La familia se siente
perseguida y vigilada continuamente ya que la policía no puede hacer nada debido
a que no hay evidencia de delito.
Con este argumento, la película comienza con una de estas grabaciones,
iniciando lo que parece un film de suspense con el único propósito de averiguar
quién graba y envía esas cintas, pero a medida que avanza la historia, esta
meta se desdibuja hasta desaparecer, sumergiéndonos en la falsa culpa que
siente el protagonista sobre un hecho que se produjo cuando solo era un niño.
Haneke vuelve a tratar un tema controvertido como es el
racismo y el no arrepentimiento con su estilo provocador e incomodo para el
espectador. Lo que en un principio suponía un simple misterio (¿quién graba a
George?), se diluye cuando descubrimos que en realidad es el propio espectador quien
graba, quien envía las cintas y quien culpa a George de su pasado, algo por el
que no parece arrepentirse.
George, a lo largo del film, muestra una clara aversión
hacia aquellas personas de distinta raza, engañando a sus padre y a su hermano adoptivo
para que este se marchase a un internado, e incluso llegando a estar a
punto de pegarse con un joven de color en bicicleta que casi le arroya, o su insensibilidad cuando viendo la televisión ve los testimonios de personas que están sufriendo de una guerra en sus hogares. Haneke
llega más lejos ya que George, cuando se encuentra con su “hermano”, no se
muestra nada arrepentido y se excusa en que era solo un niño cuando le engañó y
que ya pasó, llegando a decirle al hijo de su “hermano” que no es responsable
de que su padre hubiese llevado una pésima vida y ser un fracasado.
El montaje y ritmo de la película está totalmente pensado
para inducir al espectador en esa corriente de confusión, haciéndole pensar en
lo que está viendo y en lo que no ve. Haneke hace muy buen uso de esos largos
planos subjetivos en los que nunca sabemos si se trata de un plano de la
película en sí o si es lo grabado por ese hombre misterioso que envía las
cintas y que en realidad no existe.
La culpabilidad, la insensibilidad y la falta de educación (Haneke
muestra un cartel de la película de Pedro Almodóvar “La Mala Educación”) de la
sociedad ante los problemas del mundo en general y del ser humano en particular
es la meta que el director busca en la que el espectador debe sumergirse y
reflexionar, y es que Haneke nunca te da el puzle hecho, sino que te da las
piezas sueltas para que reflexiones y lo montes a tu gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario