Título original: Smultronstället
Año: 1957
Duración: 90 min.
País: Suecia
Suecia
Director: Ingmar
Bergman
Guión: Ingmar
Bergman
Música: Erik
Nordgren
Fotografía: Gunnar
Fischer (B&W)
Reparto: Victor
Sjöström, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Folke Sundquist,
Björn Bjelvenstam, Naima Wifstrand, Jullan Kindahl, Max von Sydow, Åke Fridell
Productora: Svensk
Filmindustri
Género: Drama |
Vejez. Road Movie. Película de culto
Al final de la vida
“¿Quién soy?” Muchos han sido los
que se han realizado esta pregunta a lo largo de sus vidas y muy pocos han
encontrado la respuesta. Muy pocos o ninguno han querido aventurarse en su
interior, su parte más primitiva, para desvelar nuestros anhelos más íntimos,
de los que algunos nos avergonzamos o tememos. El cine ha sido y es un medio de
entretenimiento, de denuncia, de enseñanza y de exploración, pero sobre todo,
es un medio de reflexión, un vehículo donde nuestra conciencia se deja llevar a
través de nuestras experiencias , nuestros recuerdos, nuestros deseos y
nuestras pérdidas. Ese viaje a lo profundo de nuestro ser para redescubrirnos a
nosotros mismos es lo que nos ofrece Ingmar Bergman en Fresas Salvajes.
Ingmar Bergman nació en Suecia en
1918 y fue criado en el seno de una familia luterana, donde conceptos como la
fe, el pecado y el castigo estaban presentes en su día a día. Estos valores
quedarían grabados en Bergman para toda su vida, aunque trató de distanciarse
de ellos cuando se marchó de casa e inició sus primeros pasos en el mundo del
cine como guionista de Tortura (Hets, Alf Sjöberg, 1944), nunca supo
dejar de lado todo lo que su padre le había inculcado, y lo expresó de manera frecuente
en todas sus películas. EL éxito de la película le permitiría iniciar su
carrera como director con Crisis (Kris, 1946), seguido los siguientes años
por películas como Llueve sobre mojado
(Det regnar på vår kärlek,
1946), La sed (Törst, 1949), Prision (Fängelse, 1949), Juegos de
verano (Sommarlek, 1950) o Sonrisas
de una noche de verano (Sommarnattens
leende, 1955), películas que le terminarían de proyectar al resto del mundo
como uno de los directos que mejor han sabido llevar el paradigma del
existencialismo a la gran pantalla.
El cine de Bergman siempre se ha
caracterizado por la profundidad de los temas que trataba, evocados desde su
juventud por la relación que mantenía con sus padres. La muerte, las relaciones
humanas, la creencia en Dios y los conflictos internos son temas recurrentes en
la obra del director, siempre conducidos por un montaje lento lleno de
silencios, cargados de iconos y símbolos que no hacen más que acompañar al
viaje interno que suelen realizar los personajes de sus películas, un viaje que
suele conducir a la muerte o la locura, o a un estado de gracia y felicidad al
comprenderse uno a sí mismo.