Título original: Katakuri-ke no kôfuku (The Happiness of the
Katakuris)
Año: 2001
Duración: 113
min.
País: Japón Japón
Director: Takashi
Miike
Guión: Kikumi
Yamagishi
Música: Kôji
Endô, Kôji Makaino
Fotografía: Hideo
Yamamoto
Reparto: Kenji
Sawada, Keiko Matsuzaka, Shinji Takeda, Naomi Nishida, Kiyoshiro Imawano,
Tetsuro Tamba, Kenichi Endo, Tokitoshi Shiota, Yoshiyuki Morishita
Productora: Shochiku
Género: Musical.
Thriller. Comedia. Terror | Comedia de terror. Comedia negra. Familia. Remake
Del odio al amor
¿Cuánto tiempo hay que dedicarle a un proyecto para que este
esté a la altura de lo que esperas? Realizar una obra puede llegar a costarte
años de tu vida, echando un ojo a la filmografía de grades directores de cine clásico
como Hitchcock o Kurosawa, podemos comprobar cómo salen prácticamente a una
película al año, dos en casos puntuales, o directores actuales como Woody
Allen, elogiado por su capacidad para traernos, cada año, una nueva película
bien acogida por el público pero, ¿cuál es el límite?¿cuándo un director dice
basta?¿cuán compleja y creativa es la capacidad de la mente humana para estar
continuamente creando? Si alguna vez alguien fijó un límite a la creatividad,
Takashi Miike lo rompió.
Graduado en la Academia de Artes Visuales de Yokohama,
Takashi Miike se ha convertido, y con razón, en uno de los directores de cine
más controvertidos ya no solo de Japón, sino de toda la industria
cinematográfica debido a los temas que trata y de la manera en que los
presenta. Sangre, vísceras, violencia extrema, perversión sexual, yakuzas…no
importa el género al que se preste Miike ya que uno o varios de estos elementos
suelen estar presentes en la obra. Tal es su predisposición a la polémica que
muchas veces prefiere rodar para V-Cinema, es decir, películas directas a DVD,
debido a la poca censura y a la gran libertad creativa que permite este sector.
Miike saltó a la fama con Shinjuku Triad Society (1955), película sobre mafias en Japón e
inicio de una trilogía conducida por los temas a los que recurría más que por
su argumento. Con este paso adelante, Miike comienza una carrera frenética en
el mundo del cine, llegando a rodar más de 15 películas en tres años,
ofreciendo un derroche de personalidad, variedad y sobre todo, imaginación.
Esta capacidad para crear, muchas veces acompañada de polémica, ha hecho que
Miike sea conocido en todo el mundo, dividiendo al publico entre los que no podían
entender como alguien así podía dedicarse al cine y/o al teatro, y un gran número
de seguidores que no tardaron en catalogarlo como un director de culto.
Aunque siente predilección por el cine yakuza, Miike a
tocado numerosos géneros como la comedia, el terror, el drama o la fantasía, e incluso se ha aventurado muchas veces en productos infantiles y adaptaciones mangas para no estancarse en un único género. En 2001, con un
nombre ya hecho en la industria, surge una película donde se mezcla el stop
motion con la imagen real, el terror con la comedia, un musical surrealista en
una historia que roza la paranoia. Era la octava película de Miike de ese año,
y no dejó indiferente a nadie.
Una mezcla extraña
La felicidad de los
Katakuris (Katakuri-ke no kôfuku,
Takashi Miike, 2001) se presentaba como un musical distinto, en una especie de
homenaje a Sonrisas y Lágrimas (The sound of music, Robert Wise, 1965),
pero donde incluiría el toque personal de su director. La película nos cuenta los
esfuerzos de un padre por unir a su familia mientras trabajan en una casa de huéspedes
junto a una montaña donde iban a construir una carretera, cosa que finalmente
no sucede.
Los problemas de los Katakuris crecen cuando su primer
cliente, un hombre misterioso, se suicidad en plena noche, seguido de una pareja
que muere mientras mantenían sexo. La familia, en lugar de avisar a la policía y
coger mala fama, decide enterrar los cuerpos junto al lago.
Y así, entre cadáver y cadáver, los Katakuris nos sorprenden
con unos números musicales en los que la mayoría de veces parecen improvisados,
con unas actuaciones exageradas en un mundo donde todo es posible. Para sorpresa
del espectador, las escenas más surrealistas y delirantes, como cuando la
familia coge las casa en peso, si, tal como suena, y la desplazan huyendo de un
volcán, son realizadas en stop motion, dando aun más un toque
atípico al film, terminando de sorprender al espectador, si este ya no está
bastante desconcertado con el resto del film.
Asesinatos, karaokes (Miike se permite romper la cuarta
pared), estafas, una madre un busca del amor, un padre estrechando lazos con su
hijo, una niña pequeña cantando junto a
zombis, un abuelo que golpea pájaros en pleno vuelo con un palo…la capacidad de
imaginación de Miike parece estar en todo su apogeo en este film, donde todo es
posible, en un ejercicio de cine creativo, atípico y, sobre todo, sorprendente. A pesar de todo ello, la pelicula no deja de ser un insulto a la inteligencia del espectador, y solo aquellos verdaderos defensores del cine Miike sabrán apreciar la verdadera naturaleza de la película.
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